En 1985 un terremoto dejó de igual manera a la Ciudad de México, en escombros. Yo tenía tres años y apenas me acuerdo. Mi madre y yo estabamos solos en casa porque mi padre se había ido a correr al parque. Cuando sucedió el primer azote sólo recuerdo que nos hincamos y no hicimos nada por salir. Mientras tanto mi padre con la piel pálida vio como frente a sus ojos se desplomaban edificios que eran considerados en ese tiempo modernos. Mi papá esperaba lo peor al llegar a su casa en un edificio viejo que ya de por sí se caía a trozos. Sin embargo al llegar encontró a su familia con vida y a su edificio íntegro. Cuestión de suerte no lo sé.
Aquella vez fue la radio quien ejerció de difusora de noticias y ayuda para la población, una época donde la televisión era la reina del momento y la radio moría lentamente, o al menos eso se pensaba. Fue en ese momento cuando todo un pueblo se solidarizó para sacar a su ciudad adelante. Desde aquel entonces hasta la fecha la Ciudad de México se preparó con infraestructuras que la hacen más resistente a sus constantes movimientos telúricos. Para los capitalinos, un temblor de 6 grados ya nos da cosquillas. Sin embargo en Haití las condiciones son diferentes. Como pedirle a un país tan inestable políticamente y tan pobre que invierta en infraestructuras.
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